28.4.12
Playa del Roque del Moro
Al llegar a la playa el tiempo se detuvo.
La maresía acariciaba la falda de la Aguda, emborrachando al Moro de blancos salados.
El Roque, inclinado, atendía al risco.
A contraluz la piel se erizaba de tanto placer.
Estábamos allí.
La emoción quiso traer a la mirada una lágrima.
Desdibujado por la bruma volvió el viento,
el alisio y la arena pactaron un rato de luz.
A manchas como una cabra tijereteada las nubes dan acento al terreno,
acelerando al dejar la Camella.
Un orgasmo visual recorre nuestros cuerpos
humedecidos por la evaporación y la maresía.
Cargados de adrenalina tras recorrer a pie el barranquillo que baja desde la pista,
monumento al origen de Canarias por descifrar,
los recuerdos de otros lugares pasaban por la retina intentando encontrar un código en las piedras:
Punta de las Arenas o Los Secos en Gran Canaria, Famara en Lanzarote, el circo del Teide en Tenerife, Playa del Inglés en La Gomera, La Frontera en El Hierro...
los diques de colores, las eflorecencias de materiales volcánicos calzados con arena se van almacenando en la memoria.
Un día para recordar toda la vida.
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