5.7.13

Risco Blanco, el carnero










Hace unos cuantos sábados salí hacia Risco Blanco con la intención de caminar, hacer unas fotos y respirar aire fresco. Tomé la carretera que sale de Rosiana hacia El Sequero pasando por Taidía, La Culata, Agualatente... Seguí de largo a ver el Risco desde Los Solapones, parando a cada rato a mirar sin prisas. A la altura de Los Majanos recogí a dos muchachos que iban caminando de Tunte a Risco Blanco a ver a un pariente. 
Hablamos de varios lugares en el camino. Me dijeron que el Paso del Perro estaba en mal estado después de las últimas lluvias, que tuviera cuidado.
Los dejé bajo el Risco Blanco y me dispuse a subir hacia La Hoya de Arriba al golpito.
Por el camino fui encontrando gente del lugar.
-Buenas
-Buenos días
-¿No irá a subir por el Paso del Perro con este calor?
-No, solo llegaré hasta la entrada a hacer unas fotos
-Ahora está queriendo entrar una brisita
-Sí, esta bueno...
Seguí subiendo y saludando, hasta llegar a la última casa donde un perro chico se lo pasó pipa ladrando y siguiéndome a distancia.
Eché hacia el barranquillo de Pavón, el camino está lleno de pitas que en ocasiones te dejan el hueco justo para poner un pie, clavarte una punta y predicar algún carajo suelto. Seguía los pasos de abuela. El otro día mi madre me contó que a su madre le gustaba subir a Risco Blanco con su prima, maestra de la escuela de Rosiana adelantada a su tiempo allá por los 20 del siglo pasado, fue una de las primeras mujeres dedicadas a la enseñanza en esta isla. 
Recuerdo que abuela decía: "coño, carajo y puñeta no son palabrotas y se pueden decir, pero solo los mayores".
En aquellos años de niñez una palabra malsonante te podía costar un sopapo, un castigo o una reprimenda. Al entrar en los pasos en los que uno se pone a cuatro patas como un perro a subir por esos escalones labrados una mancha lanuda, grande, con unos cuernos revirados se echa a correr saliendo de la primera cueva de abajo. Sobresaltado solté otra de las palabras de abuela en voz alta: coño! y me quedé parado al borde del desriscadero mientras vi con claridad un carnero enorme subiendo a mi lado con cara de pocos amigos.
Me quité todo lo que llevaba encima y me quedé en la cueva donde estaba el carnero. 
Asomé la cabeza hacia la cueva siguiente saliendo al pequeño paso y una cara negra brillante con toda la cornamenta al estilo de la Dama de Elche pero en negro y picudo estaba esperándome en medio del camino a escasos dos metros.
Opté por meterme rápido en la primera cueva y almorzar, con un buen tenique al lado por las dudas. Escuchaba como un frotamiento a ratos. Pensé, será el eco que se mete aquí, como a veces se escuchan las voces de las casas de abajo, alguien estará dándole al sacho. 
Con el estómago contento me dije, vamos a ver si le saco una foto al carnero.
Me puse en el paso a llamarlo y el sonido de frotamiento se mezcló con resoplidos. No lo veía pero estaba cerca entre la sombra. Esperé con paciencia, quieto, mirando piedras, plantas, nubes, hasta que de pronto se escucha un sonido de patas corriendo hacia mi por la parte de dentro de la cueva, cada vez más fuerte. Me quité rápido de enmedio y volví a la cuevita de la entrada. Cualquiera que haya visto dos carneros en San Isidro de Gáldar chocándose los cuernos uno contra otro aprende a tenerles respeto. Enrabiscado si se cruza es capaz de botarte al vacío y no apetecía.
Me quedé un rato esperando a ver si subía, pero más bien quería volver a la cueva donde estaba.
Puse el oído sin asomar cabeza y lo escuché frotándose largo rato contra algo. No era eco. Era carnero.
Decidí volver.
Al bajar estaba un grupo de gente en el camino a la puerta de una casa.
-Por aquí para pasar hay que pagar peaje.
-Ya se lo pagué al carnero que hay arriba.
-¿Cómo?
-Me encontré un carnero en la cueva de la entrada y no subí.
Risas
-¿Y desde que subió esta mañana lleva ahí?
-Y dando paseos por los andenes.
-¿Y por qué no le tiró una piedra?
-Por que le tengo mucho respeto con esos cuernos revirados, el paso es chico y si se enrabisca me bota. Fue como un signo de la montaña para que no siguiera solo.
Iban hablando unos y otros en un ambiente de sorpresa y risas, los más viejos comprendían lo que les decía, los jóvenes no tanto.
Les conté algún encuentro en La Aldea con cabrones en medio de andenes y otras aventuras.
-Un carnero enfadado ahí es para tenerle cuidado (dijo uno de los mayores). Eso es el Paso del Perro donde estaba, desde las cuevas.
-Yo le hubiera dado una patada (uno joven).
-Con esos cuernos y mirando así...
Nos despedimos y continué la bajada.
Al llegar al coche los muchachos volvían de su visita caminando con dos bandejas de dulces, les conté lo que me había pasado y los llevé de vuelta a Tunte.
Pensé en ir a la Montaña de los Huesos de tarde, estaban por acompañarme pero había partido de la Unión Deportiva jugándose el ascenso y se quedaron tras decirme por donde podía echar desde Perera. Conocían bien la zona y aprendimos unos de otros. Me regalaron una bandeja de dulces de Teror que le había dado su tío, agradecidos por los viajes de ida y vuelta, que a su vez le regalaron a su tío por papas que le da al de los dulces. 
Las buenas costumbres, la buena educación de los muchachos y las conversaciones del día hacían que no tuviera ganas de marcharme.
Fui hacia Perera, pero al final me di la vuelta para que no me diera la noche, tras contemplar un par de bonitos deslizamientos de la Caldera de Tirajana por las pistas que fui sorteando.
Bajé por Fataga y paré en el puente del camino que va hacia Ayagaures, lugar donde en otro tiempo pasaba buenos ratos, a escuchar los pájaros.
Y así pasó el día.
Por el camino recordaba palabras sueltas, cómo los nombres de los lugares dependen de la ladera desde que se mire. Puntón, morro, morrón, pico, cogolla, Gañifa, cañada, hoya... norte y sur, eruditos y gente. Para unos el Paso del Perro es todo lo que ocurre desde que te pones a cuatro patas. Otros transcriben de otros que transcribieron de otros nombres que tomaron de tradición oral como Paso de Maestro Pancho, Cuevas de Abajo y Arriba, la Lajita, Paso de los Canarios... quizás trozo reutilizado de algún camino mágico de nuestros antepasados. Este lugar es muy potente, transmite una energía especial. 
Pero todos nos entendemos y sabemos lo que pisamos, y que no debemos ir solos por estos lugares. Me aplico el cuento.
Para terminar les pongo una imagen donde se ve a lo lejos el Paso del Perro y subiendo por Gitagana el Paso de la Perra, bastante desconocido y que encierra su peligro si no conoces los pasos. 



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